EN UN ABRIR Y CERRAR DE OJOS
👀 EN UN ABRIR Y CERRAR DE OJOS
«Pues el Señor mismo descenderá del cielo con un grito de mando, con voz de arcángel y con el llamado de trompeta de Dios. Primero, los creyentes que hayan muerto se levantarán de sus tumbas. Luego, junto con ellos, nosotros, los que aún sigamos vivos sobre la tierra, seremos arrebatados en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. Entonces estaremos con el Señor para siempre» (1 Tesalonicenses 4:16-17 NTV).
Estos versículos nos revelan tres verdades escatológicas de profundo peso espiritual, fundamentales para fortalecer nuestra fe y encender nuestra esperanza en Cristo.
En primer lugar, el apóstol Pablo asegura que Jesús volverá por segunda vez a esta tierra. Su primera venida estuvo marcada por un cumplimiento exacto y sorprendente de más de trescientas profecías del Antiguo Testamento, un testimonio irrefutable de la fidelidad de Dios y de la autoridad divina del Señor Jesucristo. Si esas profecías se cumplieron al pie de la letra, no existe razón alguna —ni humana ni espiritual— para dudar que también se cumplirán las profecías del Antiguo y del Nuevo Testamento referentes a su regreso glorioso. Jesús mismo prometió que iría a preparar lugar para los suyos y que volvería para llevarnos a estar con Él para siempre. Esta verdad debería producir en todo creyente una combinación de expectación santa, urgencia espiritual y profundo anhelo por Su presencia.
En segundo lugar, Pablo afirma que los creyentes que hayan muerto resucitarán primero, una declaración que llena de consuelo a los que ven partir a sus seres queridos antes del retorno de Cristo. La muerte física no es el final para el hijo de Dios; es solamente un sueño temporal, una pausa antes de la gloriosa resurrección. Aquellos que mueren en Cristo descansan en la esperanza, esperando el momento en que el Señor transforme sus cuerpos mortales en cuerpos glorificados. Como dice la Escritura, «preciosa es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos». El cristiano nace dos veces —una física y otra espiritual— pero, por la gracia de Dios, solo muere una vez. ¡Qué esperanza bendita! ¡Aleluya!
En tercer lugar, Pablo enseña que los creyentes que permanezcan vivos en el día del regreso del Señor serán arrebatados en las nubes para recibirlo en el aire. Este arrebatamiento será un evento instantáneo, sobrenatural y glorioso. Será semejante a la experiencia de Enoc, quien «caminó con Dios y desapareció porque Dios se lo llevó», y a la de Elías, quien fue arrebatado en un torbellino acompañado de un carro de fuego. El arrebatamiento será el momento definitivo en el que los redimidos serán transformados, librados de este mundo caído y llevados a la presencia eterna del Señor, donde ya no habrá dolor, lágrimas ni temor.
Permíteme concluir con algunas preguntas solemnes y necesarias:
Si el reloj profético estuviera a solo segundos de marcar la medianoche, ¿estarías preparado para encontrarte con Jesús en las nubes? ¿Eres salvo por la sangre preciosa de Cristo? ¿Está tu nombre escrito en el Libro de la Vida? Cuando allá se pase lista, ¿estarás presente para responder cuando pronuncien tu nombre?
Bienaventurado eres si tu corazón puede responder con un sí firme y seguro a estas preguntas. Pero si no es así, hoy —no mañana— es el día aceptable, el día de salvación. Mañana podría ser demasiado tarde; mañana Cristo podría haber venido ya… y tú podrías haberte quedado. Que el Señor use estas verdades para despertar tu corazón, afirmar tu fe y prepararte para el glorioso encuentro con Él.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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