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DIEZ EVIDENCIAS IRREFUTABLES DE LA DEIDAD DE JESUCRISTO

DIEZ EVIDENCIAS IRREFUTABLES DE LA DEIDAD DE JESUCRISTO

«Cristo es la imagen visible del Dios invisible. Él ya existía antes de que las cosas fueran creadas y es supremo sobre toda la creación porque, por medio de Él, Dios creó todo lo que existe en los lugares celestiales y en la tierra. Hizo las cosas que podemos ver y las que no podemos ver, tales como tronos, reinos, gobernantes y autoridades del mundo invisible. Todo fue creado por medio de Él y para Él» (Colosenses 1:15-16 NTV).

En la epístola a los Colosenses, el apóstol Pablo afirma con autoridad que Jesús de Nazaret no es simplemente un maestro excepcional ni un líder moral destacado, sino Dios mismo, el Creador de todo lo que existe y la Cabeza suprema del universo (Colosenses 1:15-20). Este Jesús es el centro de la revelación divina, el fundamento de la fe cristiana y la expresión visible del Dios invisible. Negar su divinidad es despojar al evangelio de su esencia, pero aceptarla transforma la vida para siempre.

A continuación, presento diez evidencias bíblicas contundentes que confirman que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Señor:

1. Jesús resucitó a sí mismo de entre los muertos (Juan 5:28-29; 10:17-18).

La resurrección no fue simplemente un acto del Padre, sino también un acto voluntario del propio Jesús. Él declaró que tenía autoridad para entregar su vida y para volver a tomarla. Ningún ser creado posee tal poder; solo Dios tiene dominio sobre la vida y la muerte. Su resurrección es la prueba suprema de su identidad divina.

2. Jesús se atribuyó los nombres santos de Dios (Juan 8:58).

Cuando Jesús dijo: «Antes que Abraham fuese, Yo Soy», reclamó explícitamente el Nombre eterno de Yahweh revelado en Éxodo 3:14. Sus oyentes lo entendieron perfectamente, por eso quisieron apedrearlo. Jesús no habló en metáforas: se identificó con el Dios eterno.

3. Jesús tiene la autoridad para dictar el juicio final (Juan 5:22).

El juicio eterno no está en manos de ángeles, profetas ni líderes religiosos. Jesús afirmó que el Padre ha entregado todo juicio en sus manos. Solo Dios puede determinar el destino eterno del ser humano, y Jesús ejerce ese derecho divino.

4. Jesús recibió adoración genuina (Juan 20:28).

Tomás, al ver al Cristo resucitado, exclamó: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús no reprendió su adoración, sino que la aceptó. En la Escritura, los seres creados rechazan la adoración (Apocalipsis 19:10), pero Jesús la recibe porque le pertenece como Dios.

5. Jesús exige la misma fe que se debe a Dios (Juan 14:1).

«Creéis en Dios, creed también en mí». Nadie en la historia sagrada ha hecho semejante afirmación sin caer en blasfemia… excepto Jesús. Él coloca la confianza en su Persona al mismo nivel de la fe en Dios Padre.

6. Jesús hizo milagros con autoridad divina (Juan 2:1-11; 9:6-7; 11:39-44).

Sus milagros no fueron trucos ni ilusiones. Jesús sanó enfermedades incurables, abrió los ojos de los ciegos, multiplicó alimentos, calmó tempestades y resucitó muertos con el poder de su palabra. Cada milagro es una ventana que deja ver su gloria como Dios encarnado.

7. Jesús fue transfigurado ante tres de sus apóstoles (Mateo 17:1-13; 2 Pedro 1:16-17).

En el monte santo, Pedro, Jacobo y Juan contemplaron la majestad de Cristo. Vieron su rostro resplandecer como el sol y escucharon la voz del Padre que lo reconoció como su Hijo amado. Fue una revelación anticipada de su gloria eterna.

8. Jesús perdonó pecados (Mateo 9:2; Marcos 2:5; Lucas 5:20).

No dijo simplemente: «Dios te perdona», sino «Tus pecados te son perdonados». Los escribas entendieron que esto era una prerrogativa exclusivamente divina. Jesús no usurpó un derecho ajeno; ejerció el poder que le corresponde como Dios.

9. Jesús demostró omnisciencia (Juan 1:48; Mateo 12:25; 22:18; Lucas 6:8).

Jesús conocía pensamientos, intenciones, conversaciones secretas y la condición espiritual de las personas. Su conocimiento no tenía límites humanos. Solo Dios conoce plenamente el corazón del hombre.

10. Jesús tiene autoridad sobre la naturaleza (Mateo 14:22-26).

Cuando caminó sobre las aguas embravecidas, no actuó como un profeta asistido por Dios, sino como el Señor de la creación. La naturaleza reconoce a su Creador, y por eso obedece a su voz.

Ante este conjunto de evidencias irrefutables, surge una pregunta inevitable y profundamente personal: ¿Qué harás con Jesús de Nazaret? ¿Lo reconocerás como tu Señor y Salvador? ¿Depositarás tu fe en Él para recibir el regalo incomparable de la vida eterna? No pospongas esta decisión. Cree hoy en Jesucristo y experimentarás la paz, la seguridad y la esperanza que solo Dios puede dar.

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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