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MISIONES QUE TRANSFORMAN

🙏🏻💵🏃🏻MISIONES QUE TRANSFORMAN

«Mis amados hermanos, les pido encarecidamente en el nombre de nuestro Señor Jesucristo que se unan a mi lucha orando a Dios por mí. Háganlo por el amor que me tienen, ese amor que el Espíritu Santo les ha dado» (Romanos 15:30 NTV).

La Iglesia de Jesucristo puede involucrarse en las misiones transculturales de tres maneras fundamentales: orando, ofrendando y yendo. Estas tres dimensiones no compiten entre sí, sino que se complementan y fortalecen mutuamente. Los misioneros —incluyendo al mismo apóstol Pablo— enfrentan luchas constantes y desafíos profundos, tanto en su vida personal como en su labor ministerial. El misionero no es un “llanero solitario” que recorre el mundo sin necesitar el respaldo espiritual de la iglesia; por el contrario, su ministerio depende en gran medida del apoyo ferviente, constante y comprometido del pueblo de Dios. Aunque nuestras oraciones no harán que el camino sea más fácil para ellos, sí lo harán más fructífero, más resistente a la oposición espiritual y más lleno de gracia en medio de las pruebas.

Una de las metáforas más hermosas y profundas que utiliza Pablo para referirse a la iglesia es la del cuerpo humano. Está compuesto por muchos miembros, cada uno con una función particular, pero todos interdependientes. Algunos órganos alimentan, otros oxigenan y otros movilizan. Si una parte sufre, todo el cuerpo se afecta; si una parte se fortalece, todo el organismo se beneficia. De la misma manera, la obra misionera transcultural no es responsabilidad exclusiva de quienes viajan a tierras lejanas, sino una tarea conjunta de toda la Iglesia. Algunos son llamados a ir físicamente al campo misionero; otros sustentan esa labor con sus ofrendas; y la mayoría permanece en casa cumpliendo la noble, indispensable y espiritual tarea de interceder por quienes predican, por quienes aportan y por la provisión de Dios para suplir las necesidades de los enviados.

El apóstol Pablo, por ejemplo, necesitaba libertad, respaldo espiritual y recursos económicos para llevar el evangelio hasta España, su visión más lejana en el extremo occidental del Mediterráneo. Él comprendía que, aunque tenía un llamado claro, no podía cumplirlo sin la cooperación fiel de la iglesia. Así como en aquel tiempo, hoy los misioneros enfrentan a un enemigo común: Satanás. Él es el principal opositor del anuncio del evangelio y lucha incansablemente por detener el avance del reino de Dios, cegando la mente de los incrédulos para que no escuchen las buenas nuevas. Sin embargo, su poder e influencia se ven significativamente limitados cuando la iglesia ora. Las oraciones de los santos abren puertas, derriban fortalezas espirituales y preparan corazones para recibir la palabra de vida.

Por ello, sería maravilloso que hoy mismo te tomes un tiempo para investigar acerca del trabajo que está realizando algún misionero o misión transcultural. Apóyalo con tus oraciones, mantente informado sobre sus necesidades, escribe mensajes de ánimo y, si Dios te lo permite, envíale una ofrenda para que continúe su ministerio con libertad. Jesús prometió que quienes participan con sus ofrendas en la obra misionera serán también partícipes del fruto de la cosecha eterna. Cada alma alcanzada, cada comunidad transformada y cada vida renovada se convierte en un tesoro celestial compartido.

Así que anímate: sé parte activa de esta labor trascendental. Invierte tu esfuerzo, tu dinero y tu vida en una obra cuyos resultados perdurarán para siempre. Las misiones no son una actividad marginal, sino el corazón mismo del evangelio. Y Dios, en su gracia, te invita a participar de ella.

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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