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LIDIA DE FILIPOS: UN CORAZÓN ABIERTO POR DIOS Y EL AMANECER DEL EVANGELIO EN EUROPA

🙋🏻‍♀️ LIDIA DE FILIPOS: UN CORAZÓN ABIERTO POR DIOS Y EL AMANECER DEL EVANGELIO EN EUROPA

«Una de ellas, que se llamaba Lidia, adoraba a Dios. Era de la ciudad de Tiatira y vendía telas de púrpura. Mientras escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que respondiera al mensaje de Pablo» (Hch 16:14 NVI).

Durante el segundo viaje misionero de Pablo y su equipo evangelístico, el Espíritu Santo los condujo soberanamente hasta el puerto de Troas, en el extremo occidental de Asia Menor. Desde ese punto estratégico, el Señor abrió una puerta inédita: el inicio de la misión en Europa. En obediencia a la visión «del varón macedonio» que Pablo recibió durante la noche, emprendieron su travesía marítima y desembarcaron en Filipos, una ciudad prominente de Macedonia, colonia romana y orgullosa de su ciudadanía. Allí comenzó una nueva etapa en la expansión del evangelio.

En aquel lugar conocieron a Lidia, una mujer comerciante en púrpura —una tintura costosa y de gran demanda entre los nobles y altos funcionarios—, originaria de Tiatira y descrita como «temerosa de Dios». Su posición económica, su liderazgo en su hogar y su sensibilidad espiritual la convirtieron en un instrumento clave para el avance del Reino. En el día de reposo, Pablo y su equipo salieron de la ciudad y se dirigieron a la orilla de un río donde un pequeño grupo se reunía para orar. Era un espacio humilde, sin sinagoga, pero suficiente para que el mensaje eterno resonara con poder.

En ese entorno sencillo, mientras Pablo explicaba el evangelio de la salvación, el Señor abrió el corazón de Lidia para que comprendiera y abrazara la verdad. No fue la elocuencia humana ni la lógica persuasiva lo que transformó su vida, sino la intervención directa del Espíritu Santo. Lidia creyó, obedeció de inmediato y fue bautizada junto con toda su familia. Con este acto, Filipos se convirtió en la primera ciudad de Europa en recibir una iglesia cristiana, y Lidia pasó a la historia como la primera convertida del continente. Su hogar se transformó en el primer centro de operaciones misioneras en Europa, un faro espiritual que más tarde sostendría a Pablo con generosidad y fidelidad.

La Gran Comisión es una obra segura cuyos resultados trascienden el tiempo, porque se ejecuta con la autoridad del Señor Jesucristo. El avance del evangelio no depende de la habilidad humana, sino del poder del Espíritu que convence, ilumina y regenera al pecador. Por eso, cada creyente está llamado a predicar siempre que haya oportunidad, a toda persona posible, utilizando todos los medios disponibles, confiando en que la Palabra de Dios nunca regresa vacía, sino que produce fruto conforme a los propósitos eternos del Señor.

Los habitantes de Filipos —y en especial Lidia, «la vendedora de púrpura»— dejaron sus nombres inscritos en mármol en la gloriosa historia del Reino de Dios porque respondieron con fe y obediencia al llamado de Jesús. Ellos experimentaron la hermosura, la profundidad y el poder transformador del evangelio en sus propias vidas. Hoy, el mismo mensaje sigue llamando corazones en todos los rincones del mundo.

Por eso, si en este día escuchas la voz del Espíritu Santo invitándote a creer en Jesucristo como tu Salvador, no desoigas Su llamado ni postergues tu decisión. El mañana no está garantizado, y la salvación del alma es demasiado valiosa para dejarla para después. Estás a una oración de distancia de recibir paz, perdón y vida eterna. Cree en Jesús, entrégale tu vida y experimenta el mismo gozo que transformó a Lidia y a la iglesia de Filipos.

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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