ANTIOQUÍA: EL LATIDO DEL ESPÍRITU SANTO PARA LAS MISIONES TRANSCULTURALES
🕊️ANTIOQUÍA: EL LATIDO DEL ESPÍRITU SANTO PARA LAS MISIONES TRANSCULTURALES
«Entre los profetas y maestros de la iglesia de Antioquía de Siria se encontraban Bernabé, Simeón (llamado «el Negro»), Lucio (de Cirene), Manaén (compañero de infancia del rey Herodes Antipas) y Saulo. Cierto día, mientras estos hombres adoraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: "Designen a Bernabé y a Saulo para el trabajo especial al cual los he llamado". Así que, después de pasar más tiempo en ayuno y oración, les impusieron las manos y los enviaron» (Hechos 13:1-3 NTV).
En primer lugar, estos versículos revelan con claridad que las misiones transculturales no nacieron en la ocurrencia humana ni en la estrategia de un comité eclesiástico, sino en la misma mente y el profundo corazón del Espíritu Santo, el Señor de la mies. Fue Él, de manera soberana y absolutamente libre, quien interrumpió el ayuno y la oración del grupo de ancianos de la iglesia para pedirles que apartaran a Bernabé y a Saulo para la obra misionera. La misión no fue producto de una emoción pasajera, ni el resultado de un análisis de necesidades; fue un llamado divino, una orden del cielo. Por lo tanto, las misiones transculturales son un imperativo divino y no una opción entre muchas.
En segundo lugar, el Espíritu Santo escogió deliberadamente a la iglesia de Antioquía de Siria como la cuna histórica de las misiones transculturales, un detalle lleno de significado. Antioquía era una comunidad diversa, vibrante y multicultural: judíos y gentiles adorando juntos, personas provenientes de distintos trasfondos educativos, económicos y culturales, todos unidos en una misma fe. Esta diversidad no solo enriquecía la vida espiritual de la congregación, sino que también preparó el terreno para que la visión global del evangelio floreciera con naturalidad. El principio espiritual aquí es contundente: Dios ama a todas las personas por igual, y su gracia jamás discrimina; alcanza, acoge y transforma a quienes menos esperamos.
En tercer lugar, observamos que el Espíritu Santo es quien selecciona cuidadosamente a los hombres y mujeres que enviará al campo misionero. Ni Bernabé ni Saulo negociaron su llamado; no hubo votaciones, preferencias personales ni agendas humanas en su selección. Simplemente, Dios habló y ellos obedecieron. Esto nos lleva a una verdad esencial: la iglesia local tiene un rol irrenunciable en las misiones transculturales. Su labor consiste en orar fervientemente, capacitar con excelencia y enviar con valentía a aquellos que el Señor escoge. El principio espiritual aquí es claro: toda la iglesia está involucrada en las misiones. Algunos van físicamente; otros sostienen, interceden, discipulan y proveen. Pero todos participan.
Finalmente, el pasaje nos dirige hacia una pregunta profundamente personal: ¿está tu vida alineada con el centro de la voluntad de Dios? ¿Puedes afirmar con certeza que el Espíritu Santo jamás ha tocado tu corazón para enviarte a las misiones transculturales? A veces, la voz del Espíritu es suave como un susurro, y otras veces es tan clara como un trueno en el alma.Recuerda que el verdadero éxito en la vida no consiste en alcanzar metas humanas, sino en estar exactamente donde Dios quiere que estemos, haciendo lo que Él desea que hagamos, y cumpliendo los propósitos eternos para los que fuimos creados. Conocer la voluntad de Dios puede ser un desafío, pero ignorarla es un error aún mayor. Obedecer al Señor es caminar en la senda de la vida eterna. Antioquía grabó su nombre en mármol en la historia de las misiones, y junto a ella, brillan para siempre los nombres de Bernabé y Saulo. Quizás el próximo nombre en esa lista sea el tuyo.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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