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EL EVANGELIO QUE SALVA Y TRANSFORMA

📜 EL EVANGELIO QUE SALVA Y TRANSFORMA

«Pues no me avergüenzo de la buena noticia acerca de Cristo, porque es poder de Dios en acción para salvar a todos los que creen, a los judíos primero y también a los gentiles. Esa buena noticia nos revela cómo Dios nos hace justos ante sus ojos, lo cual se logra del principio al fin por medio de la fe. Como dicen las Escrituras: "Es por medio de la fe que el justo tiene vida"» (Romanos 1:16-17 NTV).

La epístola a los Romanos, escrita por el apóstol Pablo bajo la inspiración del Espíritu Santo, ha sido conocida tradicionalmente como «La Catedral del Evangelio». Tal descripción no es exagerada: pocas obras en la literatura bíblica presentan con tanta profundidad, claridad y majestuosidad el mensaje central de la fe cristiana. Pablo expone de manera culta, ordenada, elegante y profundamente pastoral el origen, la esencia, el poder, el alcance, la pertinencia y la eficacia del evangelio, demostrando que no se trata de una idea abstracta, sino de una verdad viva que transforma cada dimensión de la existencia humana.

Al citar la frase «el justo por la fe vivirá», tomada del profeta Habacuc, el apóstol enlaza magistralmente el mensaje del Antiguo Testamento con la revelación de Jesucristo. Habacuc pronunció estas palabras en un tiempo de crisis: tanto el agresor babilonio —gentil e injusto— como el pueblo judío —agredido y sufriente— necesitarían vivir únicamente por fe. Así, Pablo afirma que la salvación pertenece a Yahweh y que no se obtiene por méritos humanos ni por rituales ni por exigencias legalistas. Dios no vende la salvación al precio de buenas obras; la concede como un regalo inmerecido a todo aquel que deposita su fe en Él, sin distinción entre judíos o gentiles, hombres o mujeres, ricos o pobres, religiosos o no religiosos.

Estos versículos no solo constituyen el eje doctrinal de Romanos, sino que también reflejan la experiencia personal de Pablo. Él había crecido convencido de que su estricta obediencia a la ley y su celo religioso le daban una posición privilegiada delante de Dios. Su pasión por perseguir a la iglesia, lejos de ser una muestra de fidelidad, era la evidencia más clara de cuán ciego estaba espiritualmente. Pero todo cambió en el camino a Damasco: una luz más brillante que el sol lo derribó, y el mismo Jesús de Nazaret —a quien él perseguía sin saberlo— se le reveló con poder y gloria.

En ese instante, Pablo experimentó una revelación devastadora y liberadora: comprendió que era un pecador en completa bancarrota espiritual, incapaz de salvarse a sí mismo, separado de la gloria de Dios y completamente dependiente de la gracia divina. Todas sus «obras de justicia» resultaron ser trapos de inmundicia ante la santidad del Señor. La salvación le llegó únicamente por gracia, por medio de la fe en el Salvador resucitado.

A partir de ese encuentro transformador, Pablo no volvió a ser el mismo. Habiendo recibido el abrazo del Padre, dedicó el resto de su vida a caminar en las «buenas obras» que Dios había preparado de antemano para él. Sus cartas, sus viajes misioneros, su entrega incondicional y su disposición a sufrir por Cristo fueron fruto de una vida regenerada, no de un esfuerzo por ganar méritos.

Llegados a este punto, permíteme hacerte con amor, responsabilidad y urgencia las preguntas más trascendentales que alguien podría plantearte:

¿Eres salvo? ¿Has sido transformado por el magnífico poder del evangelio? ¿Estás en paz con Dios, o aún sientes el peso de tu culpa? ¿Han sido lavados tus pecados en la sangre del Cordero de Dios? ¿Está escrito tu nombre en el Libro de la Vida? ¿Estás caminando hoy en las «buenas obras» preparadas por Dios para quienes obedecen al evangelio? ¿Disfrutas ya de las gloriosas bendiciones que recibe todo aquel que cree en las buenas noticias de salvación en Jesucristo?

El evangelio es infinitamente mejor de lo que imaginas, más poderoso de lo que puedes medir y más dulce de lo que has experimentado hasta ahora. Es buena noticia para el cansado, esperanza para el perdido, perdón para el culpable, vida para el muerto en delitos y pecado y paz para el corazón inquieto. Acéptalo hoy. Cristo sigue salvando. Cristo sigue transformando. Cristo sigue justificando al pecador que cree.

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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