LA PROPUESTA IRRECHAZABLE DEL EVANGELIO
📣 LA PROPUESTA IRRECHAZABLE DEL EVANGELIO
«Te libraré de tu propio pueblo y de los gentiles. Te envío a estos para que les abras los ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios, a fin de que, por la fe en mí, reciban el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados» (Hechos 26:17-18 NVI).
Pablo se encontraba preso en la ciudad costera de Cesarea Marítima, compareciendo ante una audiencia notablemente influyente: el procurador Porcio Festo, el rey Herodes Agripa II y su hermana Berenice. Los judíos de Jerusalén lo acusaban falsamente y conspiraban para matarlo, movidos por el celo religioso y la profunda aversión que sentían hacia su predicación cristocéntrica. Sin embargo, Festo, recién llegado a su cargo y deseoso de entender mejor aquel conflicto religioso, decidió escucharlo personalmente. Para ello, invitó a sus distinguidos huéspedes de honor, Agripa y Berenice, con el fin de obtener una perspectiva más clara de la situación.
En aquel solemne escenario, frente a una corte adornada de poder político y prestigio social, el apóstol Pablo declaró una vez más que desde el día mismo de su conversión, Dios lo había salvado, transformado y comisionado para ser testigo fiel tanto ante judíos como ante gentiles. Con valentía y claridad afirmó que en Jesús de Nazaret se había cumplido la promesa largamente anunciada por los profetas: «¡El Mesías resucitará de entre los muertos!». Aquella declaración no era solo una convicción teológica, sino una experiencia vivida; Pablo aseguraba que Jesús resucitado se le había revelado de manera personal mediante una luz más resplandeciente que el sol en el camino hacia Damasco.
Sin embargo, el mensaje de Pablo no fue recibido con fe. Para los judíos, sus palabras sobre la resurrección sonaron como una blasfemia intolerable; para Festo, representaron un desvarío fruto de un exceso de estudios; para Agripa y Berenice, un escándalo que desafiaba sus tradiciones y estilos de vida. Cada uno de ellos tomó una decisión frente a Cristo, pero todos permanecieron en la ceguera de sus corazones. Si tan solo hubieran creído, como lo hicieron cientos de personas en diferentes pueblos y ciudades del Imperio, sus ojos espirituales se habrían abierto, habrían pasado de las tinieblas a la luz, del poder de Satanás al poder de Dios, y habrían recibido el perdón de sus pecados y una herencia gloriosa entre los santificados. ¡Qué propuesta tan sublime ofrece el evangelio! Rechazarla es una insensatez que priva al ser humano del mayor regalo divino.
El evangelio, de hecho, supera todo lo que podemos imaginar. Todo aquel que escucha y cree en las promesas de Dios, experimenta el nuevo nacimiento que obra el Espíritu Santo en el momento de la conversión. El creyente es recibido con el abrazo tierno del Padre, guiado por la verdad encarnada en el Hijo y lleno de una vida abundante mediante el Espíritu Santo. Esa transformación espiritual es como danzar en la presencia del Dios trino, sintiendo gozo, libertad, paz y propósito renovado. ¡Aleluya!
Y tú, ¿qué esperas para creer y confiar en Jesús como tu Salvador personal? Hoy es el día oportuno para abrir tu corazón y permitir que la luz gloriosa del evangelio ilumine tu vida para siempre.
—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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