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DISCÍPULOS QUE TRANSFORMAN EL MUNDO

🌎DISCÍPULOS QUE TRANSFORMAN EL MUNDO

«—Ya les dije que yo soy. Si es a mí a quien buscan, dejen que estos se vayan. Esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho: "De los que me diste ninguno se perdió"» (Juan 18:8-9 NVI).

El plan supremo del Padre para la encarnación de su Hijo no se limitó a la redención del ser humano por medio de la cruz, sino que también incluyó la formación de un grupo de hombres comunes para una misión extraordinaria. Jesús no vino solo a salvar, sino también a establecer un modelo de discipulado que transformaría el mundo. Su propósito fue llamar, equipar y enviar a doce discípulos hacia los cuatro puntos cardinales del planeta, para que anunciaran las buenas nuevas del Reino y extendieran su influencia a través del poder del Espíritu Santo.

Durante aproximadamente tres años, Jesús convivió día y noche con sus discípulos. Compartió con ellos los momentos de alegría y de prueba, las multitudes y los silencios, las victorias y las incomprensiones. En ese tiempo los amó profundamente, los instruyó con paciencia, les reveló los misterios del Reino de Dios, y les mostró con su propio ejemplo cómo vivir en obediencia al Padre. No se limitó a transmitirles información, sino que moldeó su carácter, derramó sobre ellos su Espíritu y los comisionó para hacer con otros lo mismo que Él había hecho con ellos.

Jesús no formó seguidores superficiales, sino discípulos comprometidos que aprendieron a negarse a sí mismos, a tomar su cruz y a seguirle. Les enseñó las virtudes fundamentales del carácter cristiano: el amor incondicional, la humildad, la compasión, la fe perseverante y la esperanza que no defrauda. Cada encuentro, cada parábola y cada milagro fueron lecciones vivas de discipulado.

Cuando Jesús ascendió al Padre, dejó tras de sí un grupo de hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo, convencidos de su llamado y comprometidos con la causa del Evangelio. La historia registra que “trastornaron el mundo entero” (Hechos 17:6), pues dondequiera que fueron, la luz de Cristo disipó las tinieblas del pecado, la ignorancia y la desesperanza. Aquellos discípulos ordinarios se convirtieron en instrumentos poderosos de transformación, cambiando el curso de la historia humana para siempre.

El anhelo de Dios sigue siendo el mismo: que cada persona crea en Jesús como su Salvador y se someta a un proceso genuino de discipulado. No basta con creer; es necesario aprender, crecer y reflejar a Cristo en cada área de la vida. El Espíritu Santo desea formar en nosotros la imagen del Hijo, porque solo un discípulo que vive como Cristo puede ser un verdadero agente de cambio en la sociedad, una chispa de luz en medio de la oscuridad y la esperanza de un mañana mejor.

—Carlos Humberto Suárez Filtrín

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